
Stephen Hawking, quien proviene de una
familia inglesa de Oxford sin mayores
recursos económicos, está paralizado de
pies a cabeza por una enfermedad
degenerativa que desde hace treinta
años
ha ido acabando poco a poco su
movilidad.
Sin posibilidades de hablar porque una
traqueotomía le dañó las cuerdas vocales,
está
condenado irremediblemente a que lo
bañen,
lo alimenten y lo vistan.
A pesar de esto, Hawking no se resignó
a
vivir como un inválido. Se recuperó de
una
profunda depresión y decidió estudiar física.
No solamente se doctoró, sino que dejó una
huella profunda en la ciencia.
Por encima de todo, cuando fue descubierta la
causa
del...